Leí las palabras de Gruss. Releí. En vano. Lo sabía. Ya me lo habían contado. No en bar, ni en una cátedra. No lo leí de un libro. Tampoco de sueños. Cacheuta. Le gustan los textos de oraciones breves. Ella me lo dijo. “Ya se escribió sobre todo. El amor, la vida, la muerte. La cuestión es cómo contarlo”. No fue literal. Cacheuta. Lo tuvo que deletrear por teléfono. Allí comenzó. Una recomendación y un blog. Un mail y una llamada. Goteó, el tiempo. Nos abrimos como capullos. Lentos. A la primavera de la vida. Al otro. A nuestro estilo. Neurosis y viajes. Transeúntes vitales. Recolectando. ¿Nomeolvides? También me las presentó ella. Varias imágenes. Más descripciones. Música de fondo. Café. Viaja. ¿Vuelve? Allá. Acá. Depende. Tal vez. Soñado, eso sí. Todos dimos una vuelta a la escalera espiral. Estamos. Diferentes. Igual nos reconocemos. Hay algo. Un vínculo. Sí. De oraciones cortas. Cacheuta. Sí, con el metrobus. Un comienzo. Gracias.
Un nudito en la garganta y unas gotitas para la visión del alma. Debo confesar. El texto cayó como una llamada. Oraciones cortas. ¿Rotas? El tiempo que me dejaban los clientes. Limosnas que brillan.
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Muchas oraciones fueron desterradas por su caracter explicativo. (Nota del editor)
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Muchas oraciones fueron desterradas por su caracter explicativo. (Nota del editor)
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Pd. Cuando puedas, envíame la respuesta del mail anterior.
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