"...Yo iba a la escuela en la ciudad de Tucumán, y durante los meses de calor nos íbamos a una casa en el cerro con mis padres. Un día, con nueve o diez años, me contaron que había un circo maravilloso en la ciudad. Y yo dije: "voy al circo y vuelvo a tiempo a casa". Pero en el circo vi una muchachita, muy flaca, muy pálida, vestida de mariposa, montada de pie sobre un caballo y dando vueltas. Me enamoré. Y se me hizo tarde, y al llegar a mi casa encontré a mis padres desesperados. Tuve una penitencia: no podía leer libros ni podía ir al cine durante un mes. Dije: "bueno, ya que mis padres no me lo permiten, voy a contarme una historia a mí mismo. Me inventé una de un chico al cual sus padres castigan y por lo tanto los odia. Se escapa de la vigilancia metiéndose en una estampilla. Y así conocía el mundo y contaba cómo veía las distintas cosas de la vida, cocinas, amores en países extraños. Cuando terminé la historia, mi madre la leyó y me dijo: "¿qué es esto?", y le dijo a mi padre: "Hay que quitarle la penitencia, porque lo que está haciendo es más peligroso que lo que le prohibimos". Entonces, descucbrí que la imaginación tenía poder..."
Fragmento de la entrevista a Tomás Eloy Martínez, por el escritor Sergio Ramírez en la Revista Ñ.
En la imagen, Giuletta Masina en el personaje de "Gelsomina" en la película "La Strada" (1954) del maestro Federico Fellini.
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