-Totalmente –responde el invitado, mirando la ceniza de su puro.
-Me alegro de que pienses igual –dice el general-. Esa espera lo mantiene a uno con vida. Claro que también tiene sus límites, como todo en la vida. Si no hubiera estado seguro de que volverías, habría partido yo mismo, ayer o hace veinte años, para encontrarte en las afueras de Londres, en tu casa, o en el trópico, entre los malayos, o en lo más profundo del infierno. Fuera como fuese, te habría encontrado, y tú lo sabes también. Parece que uno siempre está seguro de todo lo que le importa de verdad. (…)”
“(…) Uno siempre responde con su vida entera a las preguntas más importantes. No importa lo que diga, no importa con qué palabras y con qué argumentos trate de defenderse. Al final, al final de todo, uno responde a todas las preguntas con los hechos de su vida: a las preguntas que el mundo le ha hecho una y otra vez. Las preguntas son éstas: ¿Quién eres?... ¿Qué has querido de verdad?... ¿Qué has sabido de verdad?... ¿A qué has sido fiel o infiel?... ¿Con qué y con quién te has comportado con valentía o con cobardía?... Éstas son las preguntas. Uno responde como puede, diciendo la verdad o mintiendo, eso no importa. Lo que sí importa es que uno al final responde con su vida entera.(…)”
Sándor Márai
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