“ ‘No, esto es realmente un asunto privado –se reafirmó-. Tal vez la sociedad pueda desaprobar las circunstancias, pero el hecho en sí no le incumbe a nadie’. Miró alrededor con aire satisfecho. Las parejas seguían cogidas de la mano y sonriendo, con los hombros pegados. ‘Eso no es más que cháchara –pensó Askenasi- , no es más que la superficie. Durante cuarenta y ocho años yo también me he quedado en la superficie. Creía que con besos, amor y abrazos se podía conseguir algo. Pero no es así, no se puede… -suspiró pesaroso- ¿Habrá mucha gente que llegue hasta el punto al que he llegado yo?- se preguntó intranquilo-. Seguramente no; las personas se conforman con lo superficial, con los símbolos convencionales que pueden intercambiar con el otro sin correr peligro, con un apequeña muestra, y luego siguen sedientos toda la vida… Es cuestión de temperamento’, pensó, (…)”
“ ‘¿Qué es lo que custodias?- le preguntó sin mover los labios-. ¿El orden?... ¿Es que no te han dicho que el orden sólo es un aspecto de las cosas? El orden, la conexión, es una de las orillas, tal vez el día; pero ¿qué hacer con la otra, con la noche, que forma parte de ella y sin la que no hay vida y donde se descompone todo lo que el día ha ensamblado y construido?’ (…)”
Sándor Márai
LA EXTRAÑA
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