sábado, 16 de julio de 2011

"Nado en un río incierto que me lleva...

del recuerdo a la voz”, dice uno de los más hermosos versos de Juan José Saer. Es el narrador el que puede, o en todo caso debe, nadar en ese río de incertidumbres, no sin extraviarse y dejarse llevar, a la deriva, por ese cauce incesante donde se encuentra la propia voz.
Los ríos, que son todos y a la vez el mismo río, están presentes de diversas formas en la narrativa y la poética del autor santafesino. En primera instancia se trata de una presencia concreta que reaparece en todo su recorrido literario. Ese ciclo de narraciones que se parece, más que a un curso de agua con un sentido definido, a una trama de afluentes varios.
La literatura de Juan José Saer está vinculada con una zona geográfica muy precisa: el litoral argentino. En ese lugar conocido que se narra sin cesar, se cifra el universo.
Como escribe en El río sin orillas , “el río, a pesar de su desmesura geográfica, con su profusión de recodos y de acontecimientos, es más vasto e inabordable (…) que el universo entero”. En esta frase reconocemos un esbozo del proyecto narrativo emprendido por Saer durante casi medio siglo, un recorrido en el que la “profusión de recodos y acontecimientos” también define la obra.
La presencia del río en sus cuentos y novelas es constante aunque nunca tome el primer plano de los relatos –tampoco parece hacerlo del todo en el “tratado imaginario” El río sin orillas –. Desde el primer libro de cuentos hasta su novela póstuma, los ríos se remontan, sirven de referencia para los viajeros, se cruzan, se contemplan propiciando la reflexión casi filosófica, se desbordan y amenazan con borrar las ciudades, se retiran para dejar la tierra convertida en desierto, reaparecen sorpresivos con un giro del relato, se vuelven un lugar irreal en el que la conciencia amenaza con disolverse y son el destino predilecto de varios textos saerianos..."

Por Paulo Ricci En Revista Ñ. Leer el artículo completo aquí

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