domingo, 31 de enero de 2010

En Primera Persona

1949


Cómo me hice escritor

“En primer lugar, si yo dirigiera una revista, nunca publicaría una columna llena de notas biográficas. Muy pocas veces me he preocupado de saber el lugar de nacimiento de un autor, el nombre de sus hijos, su plan de trabajo, la fecha de arresto por haber contrabandeado armas durante la rebelión irlandesa (¡el muy sinvergüenza!). El autor que te cuenta estas cosas es proclive a tener colgado su propio retrato con una colorida camisa desabotonada y seguramente busca un trágico perfil de tres cuartos. Inclusive puedes contar con que se refiera a su esposa como una persona maravillosa o una mujer formidable. He escrito varias notas biográficas en distintas revistas y dudo de haber sido honesto alguna vez. Esta vez sin embargo pienso ir un poco más lejos de mi período Emily Brönte para trabajar y encerrarme en un Heathcliff. (Todos los autores, no importa a cuántos leones le hayan disparado o cuántas rebeliones hayan soportado en persona, se van a la tumba siendo mitad Oliver Twist, mitad Mary, Mary, Quite Contrary.) Esta vez voy a ser escueto y luego me iré a casa. Llevo diez años escribiendo bastante seriamente. Para ser modesto hasta al extremo, diré que no nací escritor, pero ciertamente soy un profesional. No creo haber escogido la literatura como una carrera. Simplemente empecé a escribir a los dieciocho años y nunca me detuve. (Quizás esto no sea del todo verdad. Quizás sí escogí la escritura como mi profesión. No lo recuerdo en realidad. Vuelvo a ello muy fácil y rápidamente.) Estuve en la Cuarta División en el Ejército. Casi siempre escribo sobre gente joven.”

Nota biográfica en la revista Harper’s, febrero de 1949

Este texto pertenece al escritor J. Salinger, y lo reproduce el Suplemento Radar para el diario Página/12.
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-5891-2010-01-31.html

Los dones ocultos

Cuando aprendemos a juntar las letras comenzamos a escribir, hacemos alguna frase graciosa que al abuelo le parece genial y se la muestra a todo el mundo. En ese momento nos convencemos de que somos escritores. Esa convicción es también un compromiso: “Si es escritor, está obligado a escribir”. Si nuestros padres son intelectualmente mediocres, nuestra supuesta vocación es más fácil. Pero cuando los padres son escritores o simplemente lectores, se nos exige mucho más. Además de calidad tenemos que tener originalidad. Desde pequeños tenemos la maldición de cualquier escritor: tener estilo e ideas. En general, todos los padres se babean ante cualquier manifestación precoz de sus niños. Cualquier interpretación de un libro escolar ya les parece brillante. Pero los padres sofisticados son los peores. Quieren que su hijo construya pequeñas frases, emita conceptos, todo dentro de la baja calidad que la literatura brasileña considera excelente. Esto no debe llevar a creer que para llegar a ser escritor es mejor que los padres no tengan formación y dejen que el niño progrese solo. Y que si tuviese talento podría llegar lejos, liberado de la mediocridad doméstica.


No condenamos a los padres que saben apreciar buena literatura. Sus hijos, en general, esconden sus trabajos por temor al juicio. Son jueces de sí mismo. También hay otra manera de estimular la vocación literaria de los jóvenes y es una casa abierta, donde todos leen. Lo bueno y lo malo. Donde todo el mundo tiene derecho a tener opinión por igual y dice lo que quiere sobre la producción de sus padres, hermanos, tíos o visitas en una especie de tribunal literario, durante la cena.

Para escribir hay que tener el don de la escritura, así como el cantante necesita el don de la voz. Todos conocemos personas inteligente, brillantes en su profesión –medicina, arquitectura, ingeniería, economía– que, sin embargo, por mejores que sean no consiguen pasar esa sabiduría a la escritura. Dios es sobrio en el reparto de dones: quienes los acumulan son muy pocos. Las buenas cantantes de ópera son gordas. Y las esbeltas sólo tienen un hilo de voz. Muy pocos oradores son buenos escritores. Parece que el estímulo de una audiencia les facilita sus frases efectivas. Una hoja en blanco no suelta su talento, necesitan el estímulo de una audiencia. Pensándolo bien, es correcto. ¿Por qué un solo individuo tiene que recibir el don de escribir y el de ser elocuente?

Siempre espero descubrir en los otros los dones ocultos por el pudor o la timidez. No siempre tengo éxito. Parece que Dios sólo reparte pudor y timidez con la mano izquierda.

Rachel de Queiroz
En Critica de la Argentina

sábado, 30 de enero de 2010

La geometría del amor


"Esto lo escribo en otra casa de campo a orillas del mar, sobre la costa. La ginebra y el whisky han marcado anillos en la mesa frente a la cual me siento. Hay poca luz. De la pared cuelga una litografía coloreada de un gatito que tiene puestos un sombrero adornado con flores, un vestido de seda y guantes. El aire huele a moho, pero yo creo que es un olor grato, vivificante y carnal, como el agua de la sentina y el viento en tierra. Hay marea alta, y el mar bajo el farallón golpea los muros de contención y las puertas y sacude las cadenas con fuerza tal que salta la lámpara sobre mi mesa. Estoy aquí, solo, para descansar de una sucesión de hechos que comenzó un sábado por la tarde, cuando estaba paleando en mi jardín. Treinta o cincuenta centímetros bajo la superficie descubrí un pequeño recipiente redondo que podía haber contenido cera para lustrar zapatos. Con un cortaplumas abrí el recipiente. Dentro encontré un pedazo de tela encerada, y al desplegarla hallé una nota escrita sobre papel rayado. Leí: “Yo, Nils Jugstrum, me prometo que si al cumplir los veinticinco años no soy socio del Club Campestre de Arroyo Gory, me ahorcaré”. Sabía que veinte años antes el vecindario en que vivo era tierra de cultivo, y supuse que el hijo de un agricultor, mientras contemplaba los verdes senderos del arroyo Gory, habría formulado su juramento y lo habría enterrado en el suelo. Me conmovieron, como me ocurre siempre, esas líneas irregulares de comunicación en las cuales expresamos nuestros sentimientos más profundos. A semejanza de un impulso de amor romántico, me pareció que la nota me sumergía más profundamente en la tarde.


El cielo era azul. Parecía música. Acababa de cortar el pasto y su fragancia impregnaba el aire. Me recordaba esos avances y esas promesas de amor que practicamos cuando somos jóvenes. A1 final de una carrera pedestre uno se echa sobre la hierba, junto a la pista, jadeante, y el ardor con que abraza la hierba de la escuela es una promesa a la cual se atendrá todos los días de su vida. Mientras pensaba en cosas pacíficas, advertí que las hormigas negras habían vencido a las rojas, y estaban retirando del campo los cadáveres. Pasó volando un petirrojo, perseguido por dos grajos. El gato estaba en el seto de uvas, acechando a un gorrión. Pasó una pareja de oropéndolas tirándose picotazos, y de pronto vi, a menos de medio metro de donde estaba, una culebra venenosa que se despojaba del último tramo de su oscura piel de invierno. No sentí temor ni miedo, pero me impresionó mi falta de preparación para este sector de la muerte. Aquí encontraba un veneno letal, parte de la tierra tanto como el agua que corría en el arroyo, pero pareció que no le había reservado un lugar en mis reflexiones. Volví a casa para buscar la escopeta, pero tuve la mala suerte de encontrarme con el más viejo de mis perros, una perra que teme a las armas. Cuando vio la escopeta, comenzó a ladrar y a gemir, atraída sin piedad por sus instintos y sus sentimientos de ansiedad. Sus ladridos atrajeron al segundo perro, por naturaleza cazador, que bajó saltando los peldaños, dispuesto a cobrar un conejo o un pájaro; y seguido por dos perros, uno que ladraba de alegría y el otro de horror, regresé al jardín a tiempo para ver que la víbora desaparecía entre las grietas de la pared de piedra..."

Cuento perteneciente al libro "La Geometría del Amor",
del escritor estadounidense, John Cheever (1912-1982).



Para leer el texto completo en http://criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=37724



Invictus

Fuera de la noche que me cubre,
Negro como el Pozo de POLO A POLO,
Agradezco lo que los dioses Pueden ser
Por mi Inconquistable alma.

Cayó en el embrague de las circunstancias
No me hizo una mueca, ni gritó en voz alta.
En el marco del Bludgeonings de azar
Mi cabeza está ensangrentada, pero erguido.

Más allá de este lugar de la ira y las lágrimas
Telares, pero el horror de la sombra,
Y, sin embargo La Amenaza de los años
Encuentra y me hallaréis sin miedo.

No importa cómo la puerta estrecha,
Como encargado de los Castigos del desplazamiento:
Yo soy el dueño de mi destino:
Yo soy el capitán de mi alma.

William Ernest Henley (1849-1903)
Poeta castellano
 
* En la imagen, el actor Morgan Freeman como Nelson Mandela, en la película "Invictus" de Clint Eastwood, Basada en el libro "El Factor Humano" de John Carlin.

* En http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/5-16773-2010-01-28.html se puede leer una crítica cinematográfica imperdible.

viernes, 29 de enero de 2010

Entregarnos

"Pienso que una vida dedicada a la música es una vida bellamente empleada, y es a eso a lo que he dedicado la mía", dijo el Big Luciano Pavarotti (1935-2007).


"El que escucha música siente que su soledad, de repente, se puebla", escribió el poeta inglés Robert Browning (1812-1889).


Los invito a sumergirse en este video, el Misterio de la Vida les estallará ante sus ojos después de los tres primeros minutos. Para ustedes, en un Mercado Central de la ciudad de Valencia (España), fragmentos de "La Traviata" de Verdi:



Jerome David Salinger,  1919 - 2010

miércoles, 27 de enero de 2010

En esta tarde

…tener conciencia no me obliga a tener teorías
sobre las cosas:
Sólo me obliga a ser consciente.
¿si soy más que una piedra o una planta? No se.
Soy diferente. No sé qué es más o menos.
…digo de la piedra, “es una piedra”,
Digo de la planta, “es una planta”,
Digo de mi, “soy yo”.
Y no digo nada más. ¿Qué más puedo decir?


*Fernando Pessoa (en su heterónimo Alberto Caeiro)
- Lisboa , 1888-1935 -

Cuento de verano

La vi. Iba caminando por la playa. Vi a la viuda. La viuda en la playa me fascinó. Me senté en la arena a contemplarla.


El entierro había pasado frente a mi ventana. Al muerto lo había visto algunas veces en el bar y cuando nos cruzábamos nos saludábamos apenas con un “buen día”. Era un hombre grande, de cara colorada. Las veces que lo cruzaba acompañado de su mujer no me saludaba, hacía como que no me veía y yo también. Nuestro mayor diálogo fue el día que le pregunté la hora al mozo y fue él quien me respondió. Los domingos iba a una playa lejana en su Citroën, con su mujer, su hijo y la sombrilla. Su mujer iba con el niño a la playa enfrente de mi casa, sólo en verano. Yo la veía de lejos. Sabía que era casada, que tal vez me conociese de vista. Yo no la miraba de frente.

Supe, por charlas en el bar, que el muerto había pasado muchos meses enfermo, que había sufrido mucho.

Ahora estoy sentado en la arena mirando a su viuda. ¿Una viuda va a la playa? Nuestra playa no es fantástica, va poca gente. Seguro que lo hace por el niño. Nunca la vi sola. Y su malla es negra, no creo que por el luto, ya la usaba antes. No mira a nadie, se ocupa del nene, que debe tener unos dos años.

Mirándola pensé: si fuera casado y muriera, me gustaría que algunos días después mi viuda fuera a la playa con mi hijo. La viuda es muy bonita. No de las que llaman la atención. Es discreta. Sus curvas son discretas pero marcadas. Imagino que debe tener veintisiete años o tal vez treinta. Sus cabellos son bien negros, sus ojos parecen almendras, nariz recta, boca grande sólo un poco, rasgos marcados.

El niño corre de nuevo para el agua y le desobedece. Ella se levanta y va tras él. Si fuera casado y muriese tal vez estaría un poco resentido al pensar que, algunos días después, un hombre –un extraño, que apenas cruzo en el bar– mirase el cuerpo de mi mujer en la playa. Aunque fuera una mirada discreta, casi distraída.

Pero no estoy muerto y soy otro hombre. Estoy vivo y eso me hace ser superior.

¡Vivo! Vivo como ese nene que ríe jugando en el agua, tirándole agua a la madre que corre a buscarlo. Vivo, como esa mujer que pisa la espuma y lo levanta en upa y regresan a la arena. El esfuerzo le tensa los músculos de los brazos y de las piernas. Está hermosa.

El nene se queda bajo la sombrilla y es ella la que entra en el mar para sacarse la arena. Regresa despacio. La viuda no está de luto, no. La viuda está brillando de sol, vestida de agua y de luz. Respira hondo el viento del mar. Lejos del cuarto del enfermo. Lejos del hombre al que vio marchitarse, caer de su gloria de hombre fuerte, derrumbarse de su imperio de ser su hombre y el padre de su hijo. Lamentable, impertinente, ridículo, a veces asqueroso…

No quiero pensar. Respiro profundo el aire limpio y libre. El sol brilla en los cabellos y en la curva del hombro de la viuda. Está sentada quieta, seria, una pierna extendida, otra en ángulo. El sol brilla en su rodilla. El sol la ama. Y yo la miro.


Rubem Braga
Río de Janeiro (1958).
En Critica de la Argentina
http://criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=37574


*En la imagen, una escena de la pelicula "Antes del Amanecer".

lunes, 25 de enero de 2010

Mientras te pienso a vos

Se vive con la esperanza de llegar a ser un recuerdo.

Tú crees que me matas. Yo creo que te suicidas.

Si no levantas los ojos, creerás que eres el punto más alto.

Eramos yo y el mar. Y el mar estaba solo y solo yo.

Uno de los dos faltaba.

Cuando me hiciste otro, te dejé conmigo.

A veces hallo tan grande a la miseria que temo necesitar de ella.

Hay caídos que no se levantan para no volver a caer.

Casi siempre es el miedo de ser nosotros

lo que nos lleva delante del espejo.

Las cadenas que más nos encadenan

son las cadenas que hemos roto.

Comencé mi comedia siendo yo su único actor

y la termino siendo yo su único espectador.

Antonio Porchia

domingo, 24 de enero de 2010

Nosotras, por Miguel Briante


"Hay mujeres que dan cierto asombro. ¿sombrean o sobran? Pavese, que se mató llamando a un montón de chicas, alcanzó a decir: Las mujeres son el pueblo alemán, el  pueblo enemigo..."

"Tal vez, a veces, deba ser un lugar neutral.
Nosotros, los hombres, las queremos. Pero no nos pongan los patines porque el parquet ya estaba limpio.
Dos líneas más para decirles: entren en el recuerdo.
Amanece, o amaina.
Falta una línea más. Debe ser una cosa personal" (*)

(*) En Al mar y otros cuentos (Sudamricana, 2003), publicado en el Suplemento Radar del diario Página/12. http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-5874-2010-01-24.html

En la imagen, la actriz libanesa -también directora del film-  Nadine Labaki, en una escena de la pelícla "Caramel".

sábado, 23 de enero de 2010

Botellas al mar que por ahí llegan a la playa de un alma

qué lindos tus ojos
y más la mirada de tus ojos
y más el aire de tus ojos cuando miran lejos
en el aire estuve buscando:

la lámpara de tu sangre
sangre de tu sombra
tu sombra
sobre mi corazón

Poema del libro "Dibaxu"


Rodolfo Braceli entrevista para ADN Cultura-La Nación, al poeta Juan Gelman.

"Ya en la vereda, caminamos por Castro Barros. Una cuadra y doblamos por Don Bosco, paredes sembradas con escrituras en aerosol. Su semblante lo dice: a Gelman esta ciudad le produce alegría. Mientras el fotógrafo hace, me pongo a conversar con hebras entresacadas de un libro suyo. Gelman se retrata en una línea:

-"Miro mi corazón hinchado de desgracias..."

-Pese a todo, pese a tanto, Juan, con nosotros el amor.

-"Somos los que encendimos el amor para que dure, para que sobreviva a toda soledad. Hemos quemado el miedo, hemos mirado frente a frente al dolor antes de merecer esta esperanza."

-La esperanza, ¿derecho o deber? ¿Podemos elegir?

-"Si me dieran a elegir, yo elegiría esta salud de saber que estamos muy enfermos, esta dicha de andar tan infelices."

-¿Sólo eso?

-"Si me dieran a elegir, yo elegiría esta inocencia de no ser inocente, esta pureza en que ando por impuro... este amor con que odio, esta esperanza que come panes desesperados."

Caminamos otra media cuadra, lenta y, creer o reventar, en una pared descascarada, con letra infantil, enorme, alguien escribió: "El poeta". ¿Habrá leído alguna vez a Gelman quien escribió eso? ¿Imaginaría que él lo leería riendo y dichoso? Gelman me pasa la mano por encima del hombro. Pienso pero no se lo digo: "Gelman, cómo no te ibas a llamar Juan".

La música de una sola sílaba, arrojada.


¿Podría ser ahora, Juan, que suspendiéramos toda palabra dicha en voz alta, dicha en grito o dicha en escritura?

¿Podría ser que nos diéramos aquí mismo un abrazo a pleno sol en la plena noche?


A este encuentro le queda todavía media hora. Luego nos llevará un viejo Peugeot 404 modelo 69. La ciudad atorada, espesa de autos y bocinazos. Pero la alegría del poeta no amaina. Imperdonable lo mío, empecé con pregunta grave, concluyo con otra semejante:


-Hace un rato, Juan, me dijiste que la muerte te molestaba. No me dijiste por qué.

-Porque no me va a permitir que siga queriendo a los que quiero."

Para leer la entrevista completa, ir al link
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1224206

viernes, 22 de enero de 2010

Cómo hice...


Cómo hice… las canciones.
Por CANAL ENCUENTRO


Como su nombre lo indica, esta serie gira en torno a las canciones que han hecho época, o que quedaron grabadas en la cultura popular argentina como referente imborrable.

Cómo hice… se centra exclusivamente en la creación de la canción y en sus momentos históricos. De esta manera, se conforma un archivo audiovisual del patrimonio autoral de la canción popular argentina.


Capítulos:
Miércoles 06/01: Sólo le pido a Dios
Miércoles 13/01: Balada para un loco
Miércoles 20/01: Muchacha ojos de papel
Miércoles 27/01: El día que me quieras

Repeticiones:
Jueves: 17:00
Viernes: 11:00
Sábados: 14:30 / 20:00
Domingos: 06:00

Cómo hice... recupera la poesía que supo encarnarse en nuestra música nacional, que supo representar los ideales de  varias generaciones y que sabe, hoy, comienzos del Siglo XXI, decirnos aquello que no debiéramos olvidar... la poesía es esencial.



jueves, 21 de enero de 2010

Haití


“Las calles del silencio cerraron mis labios
Y sólo me quedan esta noche tus ojos de luz
Para encerrar mi sombra
Las calles del silencio rompieron mi deseo
Y sólo me queda esta noche en el espacio tranquilo
Donde dialogan nuestros corazones
El inmenso desierto de tu ausencia”


*Poema “A vuelo de sombra” de Jacqueline Beaugé-Rosier (Jeremías, 1932)
*La imagen pertenece al artista Jacques Enguerras Gourgues (Puerto Príncipe , 1931-1996)

jueves, 14 de enero de 2010

Coincidir

O, nunca vi un milagro. Me cuentan, y a veces eso me basta como esperanza. Pero también me enoja: ¿por qué no a mí? ¿Por qué sólo me lo cuentan? Ya escuché charlas sobre milagros como ésta: “Me dijo que si pronunciaba determinada palabra un objeto querido se rompería”. Mis objetos se rompen banalmente y por culpa de las empleadas. Hasta que llegué a la conclusión de que soy de aquellas personas que pican piedras durante siglos, y no de aquéllas a las que los guijarros le llegan listos, pulidos y blancos. Tengo visiones fugitivas antes de dormir: ¿será un milagro? Pero ya me explicaron tranquilamente que eso tiene nombre: cidetismo, capacidad de proyectar en el campo de las alucinaciones las imágenes inconscientes.

Milagros, no. Sí, coincidencias. Vivo de coincidencias, vivo de líneas que inciden unas en otras y se cruzan y en el cruzamiento forman un leve e instantáneo punto, tan leve e instantáneo como hecho de pudor y secreto: apenas hablara de él, estaría hablando de nada.

Pero tengo un milagro, sí. El milagro de las hojas. Camino por la calle y del viento me cae una hoja exactamente en los cabellos.

La incidencia de la línea de millones de hojas transformada en una sola; y de millones de personas, la incidencia se reduce a mí. Eso me pasa tantas veces que modestamente me considero la elegida de las hojas. Con gesto furtivo saco la hoja de mis cabellos y la guardo en la cartera, como el más diminuto de los diamantes. Hasta que un día, abro la cartera y la encuentro entre los objetos. La hoja seca, arrugada, muerta. La tiro: no me interesan los fetiches muertos como recuerdo. También porque sé que nuevas hojas coincidirán conmigo.

Un dìa una hoja me golpeò las pestañas. Creo que Dios es muy delicado.


El Milagro de las hojas
de Clarice Lispector
en Crìtica de la Argentina

miércoles, 13 de enero de 2010

Papà

"No sè. 

De cualquier modo, se me ocurre que velar la pròxima muerte de otro no es sencillo. Todo lo contrario. Que resulta una tarea bien ardua. Agotadora. Y no porque se trate de un ser querido, de mi padre en este caso. No es por eso. O al menos no es sòlo por eso. Es ardua porque nos remite a nuestra propia muerte o a lo efìmero de cualquier futuro. Es agotadora porque irremediablemente termina mezclando las coordenadas del tiempo con las del espacio y nos sumerge en la humildad màs completa: en lo meramente animal que se esconde detràs de lo humano. Detràs de lo que pomposamente acostumbramos a definir como humano.

Por eso estoy escribiendo.

(...)Escribo porque el hombre es el ùnico animal que escribe y porque, ademàs, nunca pude comprender còmo es que hacen los hombres que no escriben para velar su propia conciencia de la muerte". 

Fragmento de la novela "Papà",
del escritor argentino
Federico Jeanmaire



jueves, 7 de enero de 2010

Me atraviesa un río

"Corría el río en mí con sus ramajes.
Era yo un río en el anochecer,
y suspiraban en mí los árboles,
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.
¡Me atravesaba un río, me atravesaba un río!".

Fragmento del poema
"Fuí al río"
del poeta argentino
Juan L. Ortíz

Destacable el artículo de Leila Guerriero ("La llamada del agua") sobre la literatura y los ríos, publicado el último sábado en el diario El país. Aquí el link:




domingo, 3 de enero de 2010

La risa poética

“A lo sumo, a lo que hay que prestar atención es a no ser desmedido, porque si no te convertís en un pesado. Pero esto de provocar la risa siempre me pareció algo sagrado. Me hace sentir que hay algún sentido, porque la carcajada para mí es un hecho poético. Algo que nos desplaza de lo más horroroso de la realidad, nos corre a un costado y nos hace sentir que somos más que eso."

Diego Capusotto en el Suplemento Radar
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-5815-2010-01-03.html

La imagen corresponde a la película "Soy tu aventura" (2003), dirigida por Néstor Montalbano