domingo, 5 de julio de 2009

Spregelburg, dixit





Aquí les dejo tres estractos del interesantísimo, e iluminador, reportaje al dramaturgo Rafael Spregelburgg,en el suplemento Zona del diario Clarín.


Claudio Martyniuk: -¿El teatro es un género solemne?

Rafael Spregelbrug: -Solemnidad se confunde con seriedad, y no es lo mismo. No hay nada más solemne que la televisión, porque solemne es aquel objeto que contiene su propia mirada, que es impermeable a miradas diferentes. Cuando el objeto se mira a sí mismo y no es importante que alguien piense diferente de él, el objeto se constituye como una forma cerrada, casi siempre unívoca, pero no necesariamente seria. Hay disparates televisivos que son muy solemnes porque no parece importarle al objeto que a todos nos parezca una porquería. Por otro lado, se supone que el cine y la televisión son divertidos mientras que el teatro es serio y pertenece todavía al gran arte. Yo pertenezco a una generación que no lo entiende así, y esto tiene que ver con fenómenos sociales.



Claudio Martyniuk: -¿Podría el teatro ser correcto?

Rafael Spregelbrug: -El teatro correcto tiene que ver con lo extraño, lo híbrido, con aquello que delata su afuera como una construcción del poder y que por lo tanto la puede hacer temblequear. Es teatro político, no porque hable de temas de la política sino porque ejecuta un cambio en la mirada de quienes asisten. Nunca pienso lo correcto en términos de hacer reír o reflexionar; no es ésa la verdadera oposición



Claudio Martyniuk: -Entretenimiento y diversión en el teatro, ¿son efectos menores?

Rafael Spregelbrug: -Entretener es una palabra atractiva: tener entre dos polos a veces inconciliables -lo serio versus lo bizarro, lo real versus lo fantástico- y, por estar en un lugar intermedio e híbrido, tiene a veces la capacidad de generar reflexiones que no se te ocurrirían desde uno de esos polos. Y divertir es desviar, otro aspecto positivo de la creación. En el común de la crítica, divertido suena peyorativo porque supone que no te está dando una lección importante para la vida, es decir, que uno se va del teatro sin haberse llevado nada profundo. Lo cierto es que todo teatro que no establezca una relación con su presente, una capacidad de confrontación con su afuera, sólo genera banalidad. Yo hablaría en ese sentido más bien de un teatro banal y de un teatro entretenido, que desestabiliza el sentido común y hace que aumente el sentido y que nuestra relación con el presente adquiera mayor profundidad.


Para leer la nota completa entrar a

Para conocer a Spregelburg y su dramaturgia pueden asistir a la puesta de "Acassuso"
y "Lúcido" en el Teatro Andamio '90 - http://www.andamio90.org/

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