miércoles, 13 de octubre de 2010

1º Festival de Poesía en la Escuela

Tertulias entre bibliotecas y cafés. 
Pareceres que se intercambian.
Proyectos que crecen y vuelan solos.
Adhesiones porque sí.
Búsquedas por entre los anaqueles.
Y en ese instante de instigadora pesquisa
acontece tu recuerdo
y en tu mirada que vuelve
el tiempo que se detuvo 
en este poema.




Resta, sobre todo, esta capacidad de ternura 
esta intimidad perfecta con el silencio 
esta voz entrañable pidiendo perdón a todo: 
—¡Piedad! porque ellos no tienen la culpa de haber nacido... 

Resta este antiguo respeto por la noche, este hablar bajito 
esta mano que tantea antes de tomar, este miedo 
de herir tocando, esta fuerte mano de hombre 
llena de mansedumbre hacia todo lo que existe. 

Resta la inmovilidad, esta economía de gestos 
esta inercia cada vez mayor ante el infinito 
este balbuceo infantil de quien quiere expresar lo inexpresable 
este irreductible rechazo a la poesía no vivida. 

Resta la comunión con los sonidos, este sentimiento 
de la materia en reposo, esta angustia de la simultaneidad 
del tiempo, esta lenta descomposición poética 
en busca de una sola vida, una sola muerte, un solo Vinicius. 

Resta este corazón quemándose como un cirio 
en una catedral en ruinas, esta tristeza 
ante lo cotidiano; o esta súbita alegría 
de oír pasos en la noche que se pierden sin memoria... 

Restan las ganas de llorar que despierta la belleza 
esta cólera ante la injusticia y el desencuentro 
esta inmensa pena de uno mismo, esta inmensa 
pena de uno mismo y de su fuerza inútil. 

Resta este sentimiento de la infancia arrancado 
a pequeños absurdos, esta tonta capacidad 
de reír sin motivo, este ridículo deseo de ser útil 
y este coraje para comprometerse sin necesidad. 

Resta la distracción, la disponibilidad, este dejarse estar 
de quien sabe que todo ya fue como es en lo que vendrá 
y al mismo tiempo estas ganas de servir, esta contemporaneidad 
con el mañana de los que no tuvieron ayer ni hoy. 

Resta la facultad inconmovible de soñar 
de transformar la realidad, dentro de esa incapacidad 
de no aceptarla sino como es, y esta visión amplia 
de los acontecimientos, y esta impresionante 

E innecesaria preciencia, y esta memoria anterior 
de mundos inexistentes, y este heroísmo 
estático, y esta pequeñísima luz indescifrable 
a la que los poetas dan a veces el nombre de esperanza. 

Resta el deseo de sentirse igual a todos 
de reflejarse en miradas sin curiosidad y sin historia 
resta esta pobreza intrínseca, esta vanidad 
de no querer ser príncipe sino del propio reino. 

Resta este diálogo diario con la muerte, esta curiosidad 
ante el momento que vendrá, cuando, apresurada 
ella entreabra mi puerta como una vieja amante 
sin saber que es mi última novia. *



"El Haber" de Vinicius de Moraes. El Río Paraná en la imagen. 


*Lectura a intervenir en el 1º Festival de Poesía en la Escuela http://poesiaenlaescuela.blogspot.com/

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