miércoles, 20 de octubre de 2010

Un escritor político, Andrés Rivera

¿Qué pasa con la lengua?
Estamos reducidos a cuatrocientas palabras, y yo no voy a responsabilizar de eso a ese aparato, eh. Me refiero a la televisión. Creo que esto proviene de una enseñanza defectuosa, que es un término muy suave, muy light. Creo que tiene que ver con un designio de las clases dominantes de reducir el idioma de los argentinos –una vez más Borges– a esas cuatrocientas palabras.
¿Tiene también que ver con el cambio tecnológico?
Yo dormiría, por ese lado. Más aún, yo que no sé manejar computadoras, y eso es un error, pero me alcanza… estoy muy ligado al cuaderno y a la lapicera y a... no va más, para mí, eso. No se puede atribuir a la tecnología esta poda de un idioma tan rico como el argentino. No. La tecnología tendría que ayudar. Como suponer que –ahora es pintoresco, pero- suponer que se acababa el mundo cuando se conoció el ferrocarril, y entonces, se terminaron las diligencias; el Gral. Quiroga, ya moría en un tren, no en coche, como lo llamó Borges. Ustedes, la inteligencia de ustedes, los periodistas, ¿se reduce porque tienen que trabajar con computadoras? Hay que pensar, ustedes piensan, la computadora no. La computadora a lo sumo puede guardar, por lo poco que sé de ellas, lo que ustedes piensan; pero ustedes lo tienen que escribir, eso.
¿Pero a usted le gusta que lo consideren un escritor político?
Sí, claro. Sí, sí. No, yo no me voy a lavar las manos. Y más aun, me parece que aquellos que dicen que no son escritores políticos se mienten a sí mismo. ¿Usted puede escribir sobre el famoso –lo voy a decir muy mal en francés- menage a trois? Y hay política. Él, ella y el amante, ¿y a qué clases pertenecen? ¿De qué viven? ¿De qué se ocupan? Ya ahí está la política. ¿De qué hablan en la cama? ¿Sólo de sexo? Cuando de pronto dicen “qué mal que están los hospitales”, ¿no es una expresión política? ¿A qué aluden? Si los hospitales públicos no funcionan, ¿a qué se está aludiendo, si no al universo de la política? Cuando el más simple de los argentinos dice “Uh!, la política es una m…..”, ¿no está haciendo política? Después, ¿a quién vota? Hemos escrito –yo no lo he hecho, claro-, sobre los treinta mil desaparecidos, pero no sobre los millones de argentinos que miraban para otro lado. De eso hay ejemplos en el mundo. En la plaza Venecia, multitudes gritaban “¡Duce, Duce, duce!”. Hubo toda una generación de escritores italianos que se ocupó de eso, de Vasco Pratolini a Moravia. ¿Y qué pasaba con la Alemania de Goethe, con Hitler? Aun aquellos que querían eludir la política, no podían. A mí me resultan muy odiosos aquellos que dicen: “¡Uh!, termínenla con eso de la dictadura”. No odiosos, son peligrosos. Son fascistas que no saben que son fascistas.
¿Cómo ha vivido, Andrés, el auge que los festejos del Bicentenario le han reportado a sus libros, especialmente a “La Revolución...”?
Tiene no sé cuántas ediciones, primero por Alfaguara y... ahí tengo los pocos ejemplares que me quedan, cinco ediciones de Seix Barral. Y creo que Alfaguara debió tirar… Santillana, con el sello de Alfaguara, debió tirar catorce, quince ediciones de La revolución… Sí, bueno, y es lo que hablamos hace unos minutos. ¿Qué le dicen de Castelli a los jóvenes estudiantes? ¿Qué le dicen? ¿Qué le cuentan?
¿Deberían contarle que fue derrotado, que la Revolución quedó inconclusa?
Usted me está haciendo preguntas que no se pueden contestar. ¡En serio! Porque... Digamé, ¿qué maestro va a hacer esas preguntas? –y no estoy menospreciando a los docentes–. ¿Cuánto gana un docente? ¿Tiene tiempo para dedicarse a preparar bien, ordenadamente, pulcramente, concienzudamente, lo que va a enseñar al día siguiente? Claro, yo le estoy hablando casi del principio del siglo XX, las maestras que yo tuve eran sarmientinas, y eran damas de la sociedad. Que ahora los docentes vengan de una clase media que yo creo que es, en términos generales, inculta, es un dato de la realidad argentina. ¿Por qué cree que los jóvenes ocupan colegios en la ciudad de Buenos Aires? ¿Qué les pasa? Me parece notable, realmente, la actitud de los jóvenes. Y no porque yo crea que el señor Mauricio Macri es el señor Mauricio Macri, sino que parece un acto político de una calidad excepcional para este país tan espléndido y que a mí me provoca muchas veces tanto hastío.


Entrevista al escritor Andrés Rivera, publicada en la Revista Ñ. Ir al texto completo

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