martes, 2 de noviembre de 2010

"En el horizonte brillante del río..."

Celestes ojos italianos (fragmento)
Llueve para tus ojos el color de unas
 invisibles esmeraldas,
y estoy, por segunda vez, cantando
 para ti,
junto a un mar salvaje y aldeano.

 
Madrugada clara
Pero confieso todo quiero cantar e irme durmiendo con
mi ojo de infierno a ras a ras del rezo entre los
espartillos del invierno y del verano sin epílogo
histórico sin capítulo cerrando al estilo del buen
cuento jurídico y civil quiero descubrir por qué
estas aguas se pudren en su belleza por transfusión
de sangre y pobres bocas muertas sonriéndole
al espacio del ras.

Garcilaso en un sol verde

En una plaza verde, con viento y sol,
surgió un deseo en el horizonte brillante del
río:
una mujer con alas.
¿Sabrá volar y alzar su sangre hasta la copa de
los árboles,
para que beban los pájaros del desamparo,
y también los pájaros con plumas de caballeros
armados con el amor jubiloso?
Respóndeme, oh "claro caballero de rocío",
Garcilaso de la Vega,
que amaste a una señora, no a una doncella:
señora en un castillo con una celda verdadera,
cuyos barrotes se rompieron para vos.
Garcilaso, despiértame con tu ruido de armas,
templadas para hundirlas en el corazón de lo más
cristalino del agua blanca de las hadas,
pero también del fuego.
Garcilaso, soy tu tropero:
el que en las llanuras del reino del corazón
arrea los aromas de la señora que te amaba,
y disperso esa tropa perfumada sobre la tumba del
caballero delicado,
el poeta guerrero,
mojado por el rocío rojo del amor.


Poemas de Francisco Madariaga

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