sábado, 9 de mayo de 2009

El Oficio de Vivir según Cesare Pavese

24 de octubre
1935

Sabemos utilizar la estrategia amorosa sólo cuando no estamos enamorados.


30 de octubre
1935
El dolor no es en modo alguno un privilegio, un signo de nobleza, un recuerdo de Dios. El dolor es una cosa bestial y feroz, trivial y gratuita, natural como el aire. Es impalpable, escapa a toda captura y a toda lucha; vive en el tiempo, es lo mismo que el tiempo; si tiene sobresaltos y gritos, los tiene sólo para dejar más indefenso a quien sufre, en los instantes sucesivos, en los largos instantes en los que se vuelve a saborear el desgarramiento pasado y se espera el siguiente. Estos sobresaltos no son el dolor propiamente dicho, son instantes de vitalidad inventados por los nervios para hacer sentir la duración del dolor verdadero, la duración tediosa, exasperante, infinita del tiempo-dolor. Quien sufre está siempre en situación de espera -espera del sobresalto y espera del nuevo sobresalto. Llega un momento en que se prefiere la crisis del grito a su espera. Llega un momento en que se grita sin necesidad, con tal de romper la corriente del tiempo, con tal de sentir que ocurre algo, que la duración eterna del dolor bestial se ha interrumpido por un instante -aunque sea para intensificarse.

A veces nos asalta la sospecha de que la muerte -el infierno- seguirá consistiendo en el fluir de un dolor sin sobresaltos, sin voz, sin instantes, todo él tiempo y todo él eternidad, incesante como el fluir de la sangre en un cuerpo que ya no morirá.

¡La fuerza de la indiferencia! -es la que permitió a las piedras perdurar inmutables durante millones de años.



31 de agosto
(en Gressoney)
1942


De niño se aprende a conocer el mundo no -como parecería- gracias al inmediato y originario contacto con las cosas, sino a través de los signos de las cosas: palabras, viñetas, relatos. Si nos remontamos a un momento cualquiera de conmoción extática ante cualquier cosa del mundo, encontramos que nos conmovemos porque ya nos hemos conmovido; y nos hemos conmovido ya porque un día algo nos pareció transfigurado, separado del resto, por una palabra, una fábula, una fantasía que a ello se refería. Naturalmente en aquel tiempo la fantasía nos llegó como realidad, como conocimiento objetivo y no como invención.

Cesare Pavese

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