domingo, 14 de febrero de 2010

Acerca del tiempo y el deseo

Así habló Alejandro Dolina par ael suplemento Radar de Página/12

Tengo una preocupación por el tiempo metafísica, no nostálgica. Es la preocupación que según Heidegger tenían los que enfrentaban ese hecho terrible que es que uno se va a morir, ése es el asunto. Pero es una preocupación que es existencial, si vos querés filosófica, pero no nostálgica. Si vos me preguntás cuál es la época más feliz de mi vida, te diría que este momento, el hoy, porque no puede ser de otra manera: cuando uno empieza a ver que el momento más feliz ya pasó, algo malo está sucediendo. Eso es una cosa que uno debe hacer ocurrir naturalmente. ¿De qué manera? Luchando por conseguir lo que uno desea, es el asunto del deseo, si todavía tenés fuerzas para luchar por tu deseo y hacer que cada tanto consigas lo que quieras; estoy pensando en el amor, nada más, no estoy pensando en camionetas. Entonces, el momento de felicidad es el presente. Claro, está el deterioro, y ésa es la preocupación: ¿hasta cuándo podré decir esto que digo hoy? Una amiga me decía, sin embargo, para continuar con la objeción, es decir que en algún momento uno decae, ya no tiene la posibilidad de ser deseado y entonces ya no puede decir esto que digo, acerca de que soy feliz hoy. Me decía esta amiga que después de cierta edad uno ya no puede funcionar como objeto de deseo con la misma intensidad. Un señor se queda pelado, una señora engorda, cosas banales, pero evidentemente el deseo nace, como asegura Octavio Paz, como ya aseguraba Platón, nace con la visión de un cuerpo hermoso, con la visión de algo grato, de un tipo que se mueve y que produce una atracción. Bueno, en algún momento uno deja de producir esa atracción y sobreviene, me decía mi amiga, una especie de sexualidad de segundo orden, erotismo de Primera B, cuando uno no hace sino un ejercicio de resignación. Sin embargo, siempre en la sexualidad y en el erotismo hay un grado de resignación, en todas las edades: si no hubiera esa resignación cósmica, la raza hubiera desaparecido hace mucho. Y funciona así la resignación, funciona casi como un autoengaño. Estaba por citar a Heidegger otra vez, que él decía que había una forma de vivir que no era auténtica y que consistía en estar engañándose todo el día para olvidarse de que uno es mortal. Algo así hay con el que se resigna a estar no con la mujer que más le gusta sino con la que le da bolilla. Y después hace una operación sobre su propio convencimiento para decir ‘no, ésta es la que yo quiero’; ‘éste es el tipo que me gusta’, dice la mujer que ya ha perdido sus encantos, que no tiene más remedio que conformarse con el hombre que no es el que ella soñó. Entonces se acomoda, se resigna, y la estirpe se prolonga. Pero mientras uno pueda evitar la llegada de ese día, uno debe de luchar. Creo que ésa es la lucha: tratar de que la intensidad de nuestra vida –no digo la felicidad: la intensidad, estoy hablando de luchas, también de intensidad política– esté hoy. Tratar de que sea éste el momento más intenso”.



Y así también habló para Critica de la Argentina:

"–¿Escribir es encontrar un sentido?


–Claro, ¿para qué otra cosa escribimos? Aunque sea un sentido artístico. El único sentido que tiene la vida es el amor, que es la razón de nuestra supervivencia, y el conocimiento. Ésas son las buenas noticias: a lo mejor existimos para cantar una milonga, para contar un cuento, para dar un beso, para aprender algo."



No hay comentarios: