miércoles, 12 de agosto de 2009

Cuento inédito



Por Haroldo Conti

- ¡Tío Paco, el tío Paco, venga usted!

- ¡Tío Paco, tío Paco! Que lo estábamos esperando.

- ¡Venga usted, venga usted! ¡Algo Tóquenos ...!

- ¡Sí, sí, que toque, que toque!

Estas y otras voces Salia de un grupo de chiquillos y de parroquianos que, arrimados a la pared de Santa María, alegremente despilfarraban, entre risas y charlas, Aquella tarde de primavera.

Habían visto salir de la iglesia al bueno del tío Paco, señal de que el tío Paco Estaba allí, y estando allí el tío Paco debía llegarse necesariamente al corrillo para alegrarlos un rato con su flauta encantada.

Pero el tío Paco Parecía no oír las voces chillonas de los chiquillos, ni la aguardentosa de los hombres que lo requerían a toda costa.

-Dejadme, por Dios, dejadme ir. Mis piernas no son ágiles como las vuestras y antes de que llegue a casa ya se me habrá echado la noche encima.

- ¡Ca, hombre! Aún le queda mucho por andar al señor sol antes de que se caiga allá Tras los Peñascos de la Virgen.

-Eso lo decís vosotros que no tenéis nada que hacer, pero yo ...

- ¡Pero usted se queda aquí! Vamos, tóquenos algo, no sea tacaño.

- ¡Que no lo soy! Pero dejadme ir de una vez y no me testéis más que ... ¡Vamos! Mañana, Después de la misa mayor, os colocaré hasta el empacho, pero ahora Dejadme ir, dejadme ir.

Y no hubo razones para convencer al buen viejo que, embozado en su larga capa de algodón, se deslizó como una sombra, perdiéndose en el camino que sube a las montañas.

- ¡Es un tacaño! -Murmuró un diablillo de ojos garzos que se entretenía en sacarle punta a una ramita de naranjo.

-No es eso-comentó un viejo de barba hirsuta y cara de pergamino, que había estado hasta entonces sin despegar los labios-, ni tampoco es que le falte tiempo. Vosotros no conocéis los secretos del Tío Paco, pero yo sí.

"Cuando Allá era algo más mozo, También a mí me traia un mal andar la actitud del tío Paco.

"Pero un buen día no aguanté más y picado de la curiosidad al viejo Seguí, que allá se esfumaba en el camino.

"Por el lo vi arrastrarse largo tiempo, luego doblar un caminito de cabras, que serpenteando entre las peñas se iba a perder sobre la calva gris del Peñón de la Virgen.

", Trepé tras él, y no había llegado a la cumbre Aún cuando, mezclados con la brisa de la tarde, los mágicos acentos de una flauta me clavaron donde estaba.

"Contuve la respiración. ¡Virgen Santa, me dije, si seran los ángeles que han bajado a saludarte!, Y me santigüé.

"La música suavísima Aquella brotaba como un arrullo de paloma, y al repercutir entre los gigantes de piedra, se trocaba en mil y mil notas que invadían el valle, todo La Cima,.

"Luego Callo. Fue entonces cuando, arrastrándome como una culebra, llegué a y La Cumbre Miré el valle que allí arriba une Los Picachos de la Virgen y de las Animas.

"De rodillas ante la ermita estaba un hombre, era él, el tío Paco.

"Desde entonces muchas veces lo seguí para oír de nuevo Aquella música ... curiosos conmigo y otros. Ese es todo el secreto.

"No va ahora a su casa. Seguidle y veréis que toma el camino de Las Cabras y sube hasta la ermita; Va a ofrecerle a la Virgen María de los arrullos de su flauta-dijo el viejo calló y, volviendo la animación al corrillo que lo había escuchado en suspenso.

Luego cada Cual fuese por su lado, más de un chiquillo y más de un mozo prometiéndose En su interior repetir al día siguiente la hazaña del Parroquiano curioso que había llegado una Descubrir el secreto.

Tocaban a la oración, a lo lejos el sol se hundía tras el Cerro de la Virgen.

Continúa en http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-5478-2009-08-12.html

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