sábado, 8 de agosto de 2009

Rafael Barret




Los Niños Tristes

Era en la plaza de un pueblo-Cualquier pueblo de la campaña. El día era hermoso, un sol radiante, una ligera brisa que refrescaba la piel acariciándola. Dieron las once y se abrieron las puertas de la escuela y los niños salieron. Los había de DIVERSAS edades: algunos Hacía poco que Sabían andar, otros parecían hombrecitos. Eran muchos. Iban en pequeños grupos, la Mayor parte por parejas; unos Pocos descarriados. Habían pasado tres horas sentados inmóviles, mortificándose con las estupideces Severo de los libros de texto. Salia silenciosos, cabizbajos. No corrían, no saltaban, no jugaban, no hacian ninguna diablura. El césped suave, amplio, no se les sugería ninguna cabriola, carrera ninguna feliz de animales jóvenes. La campana de la iglesia dejaba colgar la cuerda hasta el suelo. Ninguno tocó la campana. Estaban serios. Estaban tristes. Tristes ... Y tristes todos los días. Desde Aquella mañana me lo Fijado en los niños paraguayos, tumbas niños que no lloran ni ríen. ¿Habéis visto llorar a los Niños dichosos? Bullicioso Llanto, potente trompeteo, Llanto a medias fingido, Despotico deliciosamente, adivina que los exagerados mimos de la madre y los Exige y triunfa y sabe que es mitad y mitad carcajada llanto, grito de que regocija salud. Me consolaría oír ese llanto en los campos, en vez de fúnebre silencio. Aquí los niños no lloran: gimen o se lamentan. N ríen, sonríen. ¡Y con qué expresión sabia! La amargura de la vida ha pasado ya por esos rostros que no han empezado a vivir. Estos niños han nacido viejos. Han heredado el Desdén y el escepticismo resignado de tantas generaciones defraudadas y oprimidas. Comienzan la Existencia con el gesto fatigado de los que inútilmente la concluyen. Podemos medir el abatimiento de la masa campesina, la carga inmemorial de lágrimas y de sangre que pesa en su alma, este por hecho formidable: los niños Están tristes. La presión de la desdicha nacional ha destrozado El misterioso Mecanismo que renueva los seres, y ha mancillado el amor falseado. Los espectros del desastre de la guerra, y del desastre de La Paz, La tiranía, han seguido A LOS amantes solitarios, y les han empanado los besos con su lúgubre sombra. Se han Poseído los esposos en la desconfianza y en la ruina, no solamente han temblado de pasión. La voluptuosidad ha quedado impregnada de un RECELO Aciago y indestructible, La Antorcha del inmortal deseo conservación Reflejos de hoguera funeraria Y por instantes parece símbolo de Destrucción y de muerte. La obra parricida de los que esclavizaron El País ha herido la carne de la patria en lo más íntimo, sagrado y vital: en el sexo. Ha atentado a las madres, ha Condenado a los hijos que nacieron Aún no. ¡Cómo extrañarnos de que los niños, la flor de la raza, no abran sus pétalos a la luz ya la alegría! El árbol está desgarrado en sus raíces MISMAS. ¡Pobres niños inertes! Causa pena mirar sus cándidos, donde no hay curiosidad. No les importa el mundo. Taciturnos y pasivos como sus padres, dejan pasar las cosas que Suelen ser crueles. ¿Para qué interesarse por nada? Poseen de antemano la melancólica sabiduría. Corren por sus venas inocentes Algunas gotas de jugo ese extraemos hectáreas que, a la larga, por toda filosofía, de la injusta realidad. Nada han probado Aún y se diría que nada ESPERAN ya. Un recuerdo me Asalta, cada vez que pienso en los niños del pueblo. Poco antes de llegar a la aldea donde veraneo, un tren, hace un año quizá, atropello un El Niño de la ONU. Las ruedas débiles rompieron las piernas y le arrancaron la cabeza del tronco. Los empleados recogieron el cadáver y lo dejaron en la plataforma de la estación. La víctima se había echado a dormir sobre los rieles, y no había oído el tren. Había tenido sueño, Y fue tan profundo, tan semejante, al de la muerte, que con la muerte Misma se confundió. ¿O es que tal vez, al escuchar la muerte que venia, Se sintió demasiado cansado, demasiado triste para despertarse? Todavía ver Creo, sobre la caliente arena, el Cuerpecito yerto y la livida patita quebrada que de rodilla abajo aparecia desnuda, y los humildes Pies Descalzos, que no caminarían más, que pronto dormirían bajo la tierra hermana. Y al lado, la cabecita sangrienta, metida en un sombrero Viejisimo, sin forma, por Cuyos agujeros acostaban dos o tres bucles morenos, vivos y brillantes aún. Una mujer piadosa-la eterna Verónica-Aquella miseria cubrió con un lienzo blanco y puro como la nieve. Habían avisado al jefe político y bajo sus Órdenes cargaron los restos marchitos en un carro cualquiera. Un peón llevo la cabeza del niño en el raído sombrero. Entonces noté con espanto que al jefe le Hacía gracia. ¡¡Oh innumerables niños tristes! Consagrémonos a Hacer brotar la santa, la loca risa en sus labios rojos y nos salvaremos. Nosotros perdamos toda esperanza, con tal de que en los niños resplandezca. Evitemos que Algunos se sientan en tal extremo rendidos a la pesadumbre de la Fatalidad, que se duerman abandonados en medio del camino de la muerte y no la oigan venir.


El autor: Nació en 1876 en España. Fue escritor y periodista; Desarrolló alcalde La Parte de su producción literaria en Paraguay, Y fue figura destacada de la literatura paraguaya A comienzos del siglo XX. Particularmente es conocido por sus cuentos y sus ensayos de hondo contenido filosófico, exponente de un vitalismo que antici De cierta forma el existencialismo. TAMBIEN SON Conocidos sus Alegatos filosófico-políticos un favor del anarquismo. Su paso por Argentina, Uruguay, y en particular el Paraguay, lo definieron como literato Paralelamente Mientras ejercía el periodismo. En sus crónicas publicadas en diversos diarios, entre ellos Germinal (periódico anarquista de su autoría), no dudó jamás en abrazar la causa de los más débiles blandiendo su afilada pluma contra la injusticia social. Murió de tuberculosis en Francia, en 1910

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